Siento una enorme gratitud hacia la TCI y hacia Antonio Pacheco y todo el interser de seres humanos que lo han hecho posible. Cuando empecé mi formación, no era consciente de lo perdido que estaba. Sobrevivía en un cuerpo no habitado y lleno de ideales confusos en mi cabeza. Y ahora puedo decir sin ninguna duda que este proceso vivo es lo más transformador que he experimentado.
La TCI me ha facilitado recibir y compartir día a día los dones de la existencia. Y aunque como personaje constantemente me sienta separado y haga todo tipo de tonterías, en esencia «Soy»… e «InterSomos»
No sé donde me lleva la vida… y aquí y ahora saboreo tantos presentes que nuestra entrega al proceso de la TCI han hecho posibles en forma de familia consciente y en forma de emprendimiento compartido al servicio de seres humanos. Gracias, gracias, gracias.
¡Un abrazo grande!
Mi experiencia con la TCI, me sirvió para mirar claro hacia la dirección donde quería ir. Poder superar los miedos me ayudo a integrar los conocimientos que hasta entonces había experimentado con otros enfoques.
Como formación fue abrir los ojos al cuerpo, escuchar y sentir. Siempre el movimiento como liberador de posibilidades de abrir y expandir la conciencia desde dentro. La riqueza del grupo entregado, la suerte de poder compartir tantos talleres con el maestro Antonio Pacheco. Y una profunda fe en la amistad como valor de vida, de encuentro, de parar los ratos con buenas conversaciones.
Toda la formación es muy completa, llena de conocimientos prácticos y por supuesto esa visión de amor. Una manera de adquirir herramientas terapéuticas, de saber como funciona el ser humano y de trabajar desde el cuerpo para poder comprender. Recomendable formación con profesionales maravillosos dándolo todo por expandir el autoconocimiento.
He de decir de la TCI que es más que un proceso, que es más que una formación como Terapeuta Corporal Integrativo. Es una filosofía de vida interior, que trasciende hacia allí donde miras. La vida interior cobra un sentido nuevo, renovado más bien, donde, desde mi experiencia, mi forma de relacionarme conmigo cambió, mi ser terapeuta cambió (yo ya ejercía como psicóloga cuando comencé la formación), y como consecuencia, mi mirada a mis pacientes, a mis seres queridos, a mí misma y a las personas en general, se tiñó de la mirada que los profesionales que lideraban ese proceso, María Andrades, Mariló Lleón, y en especial Antonio Pacheco (el creador y maestro que hizo posible toda esa alquimia), prestaron a mi persona y a las personas con las que compartí el viaje de la formación.
Porque es sólo un Arte, poder ver en una persona su luz, y que esa luz, que a menudo uno mismo rechaza, desvaloriza, critica, o se avergüenza, sea el cabo desde el que te recogen una y otra vez, sin importar cuán sombrío o neurótico sea el lugar desde el que te expreses o por el que estés transitando. Ese arte fue el que aprendí a aprender día a día, y en el que creí, porque me rescató de mi propia desvalorización, exigencia y juicio. Sabiendo que todas las veces que cayera en la negrura de mi mente o en sentimientos sufrientes, podía rescatarme sin juzgarme, abrazando mi humanidad, mis defectos, mis limitaciones y bloqueos. Aprendí que la única forma de estar y ser es la compasiva, y que el camino de la compasión es el que me llevará una y otra vez de vuelta a mi casa interior, a mi hogar, y al hogar de la persona extraviada a la que tuviera la fortuna de acompañar.
Hoy sé cuál es el mapa hacia ese camino. Y lo reconozco en mi mente, y en las sensaciones de apertura y compasión que ya puedo percibir filtrándose a través de mi coraza, antes sellada como protección, y ahora flexible, aunque a veces se cierre. Gracias Equipo TCI por ser los portadores de un mapa certero y universal para llegar a mi corazón, y para poder ver el corazón de otro ser humano. La Fe en la Conciencia, que como músculo cada día me debo a mí misma ejercitar; la Fe en el amor a mí misma como parte indisoluble de todo el género humano, que cada día me debo a mí misma practicar. Esas son mis herramientas de vida ahora. Antes de mi proceso TCI, sólo las “sabía”. Ahora las siento y las llevo a mi vida.
Haber hecho la formación de TCI con Antonio Pacheco y su equipo mejoro mucho mi vida. En dicha formación me hice consciente la desconexión que tenía con mi cuerpo, de la creencia errónea de creerme que yo era solo mis pensamientos, y de cuales eran mis neurosis y cómo yo mismo las retroalimentaba.
Otro aspecto que remarcaría parar mí fue el hecho de descubrir el juego del victimismo, tanto propio como ajeno, y que tanto daños nos hace creyendo a priori que tiene algo positivo. Además compartir el crecimiento y autoconocimiento personal con los otros integrantes del grupo me ayudó muchísimo para entenderme a mí y a los demás, y disminuir mis juicios. Lo recomiendo como formación, pero sobre todo como proceso personal.
Gracias por la luz a todos los Maestros
y al generoso amor de mis hermanos,
a mis padres y a todos mis ancestros
y al trabajo de mis pies y mis manos.
Danzar y mirar los ojos cercanos,
trenzar mi corazón junto a los vuestros.
Erizarse de mis cabellos canos,
amor por los demás y por los nuestros.
Se abre mi corazón como una flor,
y me une un sentimiento profundo,
cuando por fin me llega tu dolor.
Tras el silencio y mi dolor fecundo,
me llegan la paz y un cálido amor
que me unen fuerte a vosotros y al mundo.
Amis hermanitos/as de Camino que sois el alumnado, tutores, observadores y profesorado, no puedo más que daros las gracias por existir y por haberme acompañado un trocito… Tengo muchos bellos recuerdos donde hemos sido testigos y espejos, desnudando nuestras almas y dejando brotar el amor.
Jamás había experimentado algo así. Me siento más viva ahora, me doy más amor y amo mejor a los demás. ¡Qué maravilloso regalo me ha dado Antonio, que sin conocerlo ha cambiado mi vida!. Hoy no puedo estar con vosotros, pero estoy en mi propio residencial donde las babas, el abrazo, el acunar y el corazón abierto son tambien el pan de cada día. Tampoco faltan todos los personajes del ego, y la conciencia intentando hacerse un hueco entre ellos. Y este residencial de bebé/teta es gracias en parte a la TCI, que me redescubrió mi necesidad de ser mamá dejando a un lado las vueltas de la cabeza egoica.
Así pues me da pena no estar con vosotros ahora, y a la vez estoy muy feliz de estar junto a Elio y David. Os deseo un resurgir de vuestras Virtudes, y la más feliz de las celebraciones donde dar las gracias al Misterio por tener ya el «carnet de Guerreros de la luz, nivel principiante». Que estemos donde estemos cada cual de aquí en adelante, algo fuerte nos une, y que cada uno en su Camino siga poniendo Voluntad para que la conciencia nos lleve allá donde Antonio vislumbró y desde dónde hoy nos acompaña. Hermanas/os de Camino, gracias, gracias, gracias por existir!!
Conocí a Antonio Pacheco en el 2004 y ya entonces supe que quería aprender de él y del proceso que había creado, la TCI. Sin embargo mi formación aún tardaría en llegar, hasta la primera promoción que dio comienzo en Málaga en el año 2012.
Antonio y la TCI cambiaron mi vida. Cuando empecé el proceso yo ya trabajaba como Psicoterapeuta y tenía cierto bagaje en el ámbito del desarrollo personal; no obstante la TCI y Antonio causaron en mí un impacto fuerte y positivo.
En su persona y en su abordaje terapéutico había sobre todo un componente que envolvía y causaba confianza: la compasión. Al principio me sorprendía que el equipo terapéutico nos tratara de forma tan cercana, afectuosa y comprensiva, pero con el tiempo descubrí la fuerza que tiene el Amor auténtico, y aprendí a distinguirlo, recibirlo y a empezar a darlo…
Este componente es para mí la piedra angular de esta formación, sin menospreciar todo el aprendizaje teórico basado en las fuentes en las que Antonio se empapó para crear este método terapéutico (Gurdjieff, Ramana Maharshi, Lowen, Reich, Eric Berne, Karpman, etc), así como su conocimiento sobre las filosofías antiguas (Budismo, Zen, Tao, etc) y también todas las dinámicas, técnicas y ejercicios que facilitan la ampliación de la conciencia, la apertura del corazón y la liberación de la coraza muscular (bioenergia, uso terapeutico de la música y el movimiento, respiraciones, meditaciones, técnicas plásticas, psicodrama, etc), consiguiendo por tanto una mayor y más precisa escucha del cuerpo, y pudiendo traducir los mensajes que este tiene para darnos.
Por todo esto, después de transitar este camino me siento una Terapeuta mucho más humana, con mayor autoconocimiento; he visto mis luces y mis sombras, he bajado a los infiernos y los he transitado. Y por eso mismo hoy me siento más capacitada para acompañar a otras personas a conocerse, a aprender a entender sus emociones, sellarlas, sostenerlas y alquimizarlas. Y a ser más conscientes de sus acciones y de las repercusiones que éstas tienen para sí mismos y para los demás.
Por supuesto también me llevo el convencimiento de que este camino es para toda la vida, y la necesidad de parar para observarnos a nosotros mismos, acoger lo que hay, tratarnos con humildad y amor compasivo. Estos son los ingredientes fundamentales para que se dé una transformación verdadera, o al menos así lo ha sido para mí y para otras muchas personas a las que he visto crecer y evolucionar hacia la conciencia.
Gracias, gracias, gracias a Antonio Pacheco, a la TCI, a Marilo Leon, María Andrades, Jacobo González y a tod@s mis compañer@s de camino.
Hoy terminé las memorias… Y terminé la TCI interpretando mi viaje hacia la esencia en el teatro. Con mi improvisación me dejé llevar por lo que sentía en el momento, y vivirlo también significó descubrir que me he dejado la piel en mi esfuerzo por sobrevivir.
Me quedo con mi fuerza, mi sabiduría, mi libertad, mi amor a mí misma, mi dejarme ser… y el agradecimiento profundo a Antonio Pacheco, por la gran generosidad de entregarnos todo esto para que yo un día pudiera vivir desde otro lugar…
Muchos afirmaban que la TCI les había cambiado la vida, y todos estos años yo decía «a ver, no cambia tanto, quienes hablan así lo hacen para tratar de vender un formato». Hoy sin embargo, meses después de concluir la TCI, puedo y quiero decir:
GRACIAS, ANTONIO.
GRACIAS, EQUIPO.
LA TCI ME HA CAMBIADO LA VIDA.